dilluns, 16 de juliol del 2012

SUPERAR EL DESÀNIM

Editorial d'Aula de Innovación Educativa, 213-214, juliol-agost 2012


En la editorial del anterior número de esta revista nos referíamos a la preocupante situación que está atravesando el sistema educativo, fruto de las decisiones que están tomando quienes gobiernan, a raíz de la situación de crisis económica en la que nos encontramos. Las consecuencias son diversas.

De una de estas consecuencias, a la que quizás no estemos prestando suficiente atención, queremos tratar aquí. Los recortes y la sensación de que se están tomando decisiones que pueden provocar situaciones preocupantes están dando lugar a una consecuencia que, quizás, sea lo más grave de todo lo que está sucediendo: la sensación de desánimo, una sensación cada vez más extendida entre los y las docentes.

En la educación, desde la Infantil a la Universitaria, tenemos problemas graves, muy graves, y es preocupante porque la educación es una pieza esencial para el progreso y la equidad social. La situación es alarmante, pero no sólo en el ámbito educativo: estamos asistiendo a un proceso de involución como nadie se podía imaginar no hace demasiado tiempo.

Tenemos la sensación de que nos estamos dirigiendo a una catástrofe social pero, en lugar de resistir, nos ha invadido un sentimiento de fatalidad que parece paralizarnos. Quienes estamos afectados por este estado de ánimo no somos sólo los docentes, evidentemente. Pero, en profesiones como la nuestra, la actitud y los estados anímicos son algo que, lo queramos o no, influye en nuestra tarea profesional y que, por lo tanto, puede tener repercusiones en las relaciones de enseñanza – aprendizaje.

El momento es muy delicado. Hay que empezar a pensar seriamente en que es necesario articular una respuesta. Tenemos que avanzar del desánimo y la indignación a la protesta articulada. El reto de poner nuestro grano de arena en la configuración de una respuesta social y educativa ante las medidas que se están tomando, tiene que ayudarnos a ver que tiene que ser posible parar –o cuando menos disminuir- el proceso involucionista en que nos encontramos inmersos.

Después de unos años en que las condiciones de la educación en nuestro país han ido mejorando de manera evidente, a pesar de los problemas que aún arrastrábamos, parece que ahora hemos invertido el camino. Es en estos momentos, cuando las cosas pueden ir mal, que se requiere un compromiso personal y colectivo que necesariamente debe abarcar más allá de nuestras aulas.

Quizás esta necesidad de posicionarnos pueda estimularnos y ayudar a superar la sensación de desánimo que, aunque explicable, puede llevar a un fatalismo inhibidor y esto es justo lo que no conviene a nuestra educación.

A la vez, es necesario que construyamos una manera de ver las cosas que permita fijarnos en la potencialidad de la relación educativa, incluso cuando los obstáculos parecen cada día mayores. Aunque suene a tópico, es cierto que a menudo las dificultades se convierten en oportunidades. Tenemos que ser creativos y trabajar colegiadamente para encontrar nuevas maneras de hacer algunas cosas.

Las vacaciones de verano, después de un curso tan complejo como el que ahora finaliza, son también una buena oportunidad para recuperar energías y acometer el inicio del próximo curso con otra mirada. Es posible y es necesario que se haga así.

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